martes, mayo 03, 2011

aumentar la cobertura en educación superior: soñar nunca cuesta, lo costoso es construir universidades

A los mexicanos se les reconoce como soñadores que se espantan cuando llega la hora de despertar. Los sueños de hoy son los mismos que hace 100 años. La diferencia consiste en que se espera lograrlos en el 2030:

México es capaz de realizar una gran hazaña educativa en el nivel superior y pasar de la actual cobertura de 30 a 83 por ciento para el año 2030, aseguró el subsecretario de Educación Superior de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Rodolfo Tuirán. Para concretarlo, subrayó, el Estado debe pasar cada año de una inversión adicional a ese rubro de 3 mil 500 millones de pesos (como se hace hoy) a 10 mil millones de pesos anuales (cifra menor a los 13 mil millones que anualmente se deducirán a quienes pagan colegiaturas en escuelas privadas de acuerdo con un decreto presidencial). Para ello se necesita que las autoridades federales y la sociedad vean esto como una prioridad que beneficiará al país y a los jóvenes.

La ANUIES destaca que de mantenerse las tendencias de financiamiento en el gasto federal para educación superior sería hasta el año 2028 cuando se alcanzaría la meta de destinar uno por ciento del PIB. El escenario deseable es establecer en la ley una meta precisa de financiamiento público, tanto federal como estatal, para alcanzar, en los próximos seis años, un presupuesto para las instituciones públicas de educación superior de 1.5 por ciento del PIB, del cual 82 por ciento sería federal y 18 por ciento estatal. Sólo mediante una estrategia de financiamiento plurianual será posible asegurar el acceso, en instituciones y programas de educación superior de calidad, a un número creciente de jóvenes. Y advierte que para atender el llamado bono demográfico se requiere de un esfuerzo sin precedentes para la creación de nuevos espacios en instituciones educativas de nivel superior, lo que demanda recursos crecientes para infraestructura, docencia, investigación y posgrado.

Mientras las esperanzas se fugan al año 2030, en el 2011, los salarios siguen siendo míseros para muchos mexicanos:

Los más de mil 200 trabajadores que se encuentran actualmente en las obras de la nueva sede del Senado tienen turnos de 12 horas, ganan menos de 2 mil pesos a la semana y no cuentan con ninguna prestación social o seguro de vida. Debido a que laboran a marchas forzadas, muchos de ellos incluso duermen hacinados en cuartos de madera acondicionados como bodegas en un lote ubicado en la calle París, justo atrás de la nueva sede que ellos mismos construyen. Los senadores dijeron desconocer las condiciones en las que trabajan los albañiles, tablarroqueros, pintores o electricistas.

Las obras públicas mexicanas siguen la añeja tradición creada por los faraones egipcios. Son monumentos al ego y a la sinrazón. Seguimos creyendo que solo algunos son hijos de dioses y merecen derrochar el trabajo de los demás. Pensar que la sede de la democracia mexicana se construye con el trabajo de siervos causa malestar.


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